La privilegiada situación del territorio donde se asienta Benaguacil y su término municipal, junto al río Turia, en terrenos ondulados orientados hacía el mediodía y antes de las primeras elevaciones montañosas del Norte y Noroeste de Valencia, la extraordinaria fertilidad de su suelo y su clima delicioso, han sido los factores que han provocado que, a lo largo de su historia, haya sido ocupado por los más diversos pueblos desde la más remota antigüedad.
Su historia nos presenta una serie ininterrumpida de invasiones en sus más diversas formas, hostiles o pacíficas, de unos pueblos del exterior, helenos, fenícios, cartagineses, romanos, visigodos y musulmanes, cuyas culturas se mezclaron con la autóctona, confiriéndole una personalidad propia.
En las inmediaciones de la actual zona urbana, en lugares algo escarpados, no muy altos, no lejos del agua y de fácil defensa, se encuentran los yacimientos de la Época del Bronce, el poblado fortificado del “Tossal de Montiel” y la atalaya de la red defensiva ibera del “Puntal de Estevenet”, donde se han encontrado numerosos restos de cerámica argárica, variados molinos barquiformes, utensilios domésticos y agrícolas que, junto con la configuración topológica de los restos de las construcciones, atestiguan el carácter eneolítico e ibero de estos asentamientos.
Desde el Eneolítico (2000 a. de C.) hasta la conquista romana de la Edetania, nuestro territorio fue poblado por los iberos de la tribu de los Edetanos quienes durante todo ese largo período de tiempo fueron influidos por las culturas fenicia y, sobre todo, helénica, de los colonos asentados en la costa y con los que se produjeron fuertes mestizajes. La cultura resultante fue bastante superior a la de otras tribus de la Península, los celtas, ya que utilizaban tres sistemas de escritura, el alfabeto griego-ibero, los signos iberos del Este y los signos del Sudeste, y, según el geógrafo griego Estrabón, crearon sus propias leyes y una literatura variada.
En las zonas más antiguas de las huertas de Benaguacil, la agricultura ibera, en especial el cultivo de cereales, alcanzó un gran desarrollo como indican los aperos de labranza y molinos encontrados, que nos muestran, además, cual era la base principal de su alimentación. Plinio afirma que en la época prerromana existían cultivos hortícolas y frutales en las tierras junto a los ríos de Edeta, que ocupaban las partes llanas.
El poeta latino Caludiano decía que las tierras de Edeta situadas junto al río Turia, actual emplazamiento de Benaguasil, “estaban hermoseadas con abundantes rosales y otros arboles floridos”.
Además de los poblados fortificados, como el del “Tossal de Montiel” que eran cabeza de una zona de explotación agrícola, surgieron también grandes y ricas ciudades como las ubicadas donde ahora se encuentran, Liria, Valencia, Sagunto, Domeño, Artana, Eslida, Erves, Mosqueruela, Benifazá, etc. De todas ellas Edeta fue la de más antigua fundación y la capital del área geográfica habitada por la tribu ibera a la que dió su nombre.
La falta de intervenciones arqueológicas adecuadas en la zona de Benaguasil, hace que no se puedan presentar, por el momento, grandes muestras de cerámica ibera. La proximidad de los yacimientos de San Miguel de Liria nos autoriza a afirmar que nuestros antiguos pobladores iberos modelarían, decorarían, cocerían y usarían sus productos cerámicos de forma similar a como lo hacían los iberos asentados a menos de una legua.
Los Museos Prehistórico de Valencia y Etnológico de Benaguacil, exhiben muestras de los hallazgos realizados en diversas prospecciones y actuaciones arqueológicas.
A partir del año 1050 a. de C., los fenicios establecen un intenso intercambio comercial y cultural con las tribus iberas próximas al litoral. Los productos de nuestras huertas fueron intercambiados durante siglos con estos pueblos navegantes.
En el año 650 a. de C. Cartago, antigua colonia fenicia que había adquirido un fuerte poder político y militar, comenzó su expansión por el Mediterráneo conquistando todas las tierras ocupados por los iberos. La Edetania quedó bajo el poder cartaginés. Sin embargo su interés no pasaba de la explotación de los recursos agrícolas, pesqueros y mineros. Los historiadores hacen especial hincapié en las levas de mercenarios que los Cartagineses hicieron en las tribus iberas que, dadas las extraordinarias cualidades guerreras de sus hombres, constituyeron uno de los puntales de los ejércitos cartagineses. Guerreros edetanos participaron, como primera fuerza de ataque, en los ejércitos de Amilcar Barca, Asdrúbal y Anibal en las conquistas mediterráneas y en las Guerras Púnicas contra Roma. A raíz de la segunda, Roma inicia la conquista de Hispania, en el año 218 a. de C. Doce años después, los Cartagineses abandonan la Península que, debido a la resistencia de sus habitantes, aún tardaría dos siglos en estar sometida totalmente a los Romanos.
La Segunda Guerra Púnica provocó la venida de los Romanos a la Península para cortar el avituallamiento de las tropas de Anibal que se encontraban en el centro de la Península Itálica. Gneo Cornelio Escipión desembarcó en Ampurias en Agosto del 218 a. de C., y al año siguiente lo hizo su hermano, el procónsul Publio Cornelio Escipión, quienes en una primera fase fueron venciendo a Cartagineses e Iberos, conquistando una amplia faja del litoral mediterráneo desde Ampurias al golfo de Cádiz y que comprendía los valles del Ebro, Turia, Jucar, Segura, Guadiana y Guadalquivir. Tito Livio dice que “la costa mediterránea y toda la Hispania que mira a Levante, era de Escipión”.
En el año 206 a. de C. con la conquista de Gades, los Cartagineses abandonan la Península. Las tierras de Benaguacil quedaron sometidas a los Romanos en esta primera etapa. Toda la Edetania quedó incluida en la provincia de la “Hispania Citerior”. La conquista de las tribus de la Meseta constituyó una segunda fase, más dura y larga que la anterior, en que tuvieron que enfrentarse con rebeliones y fuertes resistencias que terminaron el año 133 a. de C. con la difícil y trágica conquista de Numancia. Durante los años 141 y 139 a. de C. los caudillos lusitanos Táutalo y Taugino realizaron numerosos saqueos por los poblados y huertas de la Edetania, intentando, en vano, la conquista de Sagunto. Entre estos dos hechos Junio Bruto del Galaico fundó Valentia en una isla del Turia.
Los historiadores Polibio y Tito Livio narran que Roma estableció una relación de alianza con los edetanos en el siglo II a. de C.
Artemidoro señala que, alrededor del año 100 a. de C., en las tribus iberas más romanizadas, como los Edetanos, abandonaron progresivamente el uso de sus sistema de escritura a favor del latín, y latinizaron su lengua, llegando, después a utilizar un latín popular, lleno de vocablos iberos que no han evolucionado y perduran hasta nuestros días en el área valenciano-parlante como sargantana, barranc, bassa, barraca, bonyigo, caparra, clot, tossal, etc.
En el año 90 a. de C., C. Gneo Pompeyo Estrabon concede la ciudadanía romana a los jinetes que componían la unidad del ejército romano llamada “turma salvitana” que estaba formada por iberos procedentes de las tribus hispánicas, entre ellos los edetanos. Hacia finales del siglo I a. de C., se advierte un aumento de las poblaciones de la Edetania situadas en las llanuras de agricultura muy floreciente que habían sido fuertemente romanizadas.
A partir del final del siglo II y durante gran parte del I a. de C., surge en Roma una corriente política popular encabezada por el Consul Mario que exige al partido de la nobleza, dirigido por Sulla, una mayor participación de los ciudadanos en los derechos políticos y un acceso más amplio a los repartos de las tierras conquistadas. En esta pugna Hispania y los hispanos serán el factor decisivo.
Sertorio, militar de excepcional prestigio y astucia que pertenecía al partido popular de Marco, en el año 83 a. de C. fue nombrado Pretor de la provincia Hispania Citerior, donde estaba la Edetania. Sertorio tuvo que huir de Roma hacia Hispania donde se enfrentó a los partidarios de Sulla, buscando para su causa la adhesión de las tribus hispanas, especialmente, celtíberos y lusitanos. No sucedía lo mismo con los iberos de Edeta que fue la única ciudad de la Edetania que permaneció fiel a Sulla. Las huertas y montes de Benaguacil fueron el escenario donde se desarrollaron las acciones guerreras de mayor importancia.
Durante el año 76 a. de la C. la lucha se planteó por el dominio de la Edetania y su costa mediterránea. Gneo Pompeyo el Grande, enviado a Hispania para acabar con las pretensiones de Sertorio, se lanzó a la conquista de Edetania donde, después de cruentos encuentros, sufrió una emboscada en la zona de los montes de Benaguacil, poblados, entonces, de espesos bosques. Tito Livio cuenta que Pompeyo perdió 10.000 soldados, su impedimenta y la mayor parte de las insignias militares. Sertorio tomó al asalto, incendió y saqueó el poblado del “Tossal de Montiel” y la ciudad de Edeta, esclavizó a los soldados prisioneros y los deportó a Lusitania según describe Paulo Orosio.
En el año 75 a. de C., Pompeyo intenta de nuevo apoderarse de la costa mediterránea, ataca y derrota a los generales de Sertorio, conquistando Valentia. Se acerca, entonces, a nuestras tierras para castigar los apoyos a Sertorio de ciertos iberos de Edetania y los ejércitos de Sertorio al mando de Perpena que estaban por la zona, huyen hacia el Rio Jucar donde acampaba su caudillo. Metelo, lugarteniente de Pompeyo, ataca a Sertorio con un numeroso ejército quien se ve obligado a huir hacia Sagunto apoyado por los Edetanos y acampa en las huertas de Benaguacil. Metelo y Pompeyo, a marchas forzadas se dirigen hacia el campamento enemigo. Advertido Sertorio, ataca al campamento de Pompeyo, cerca del río Turia, y después de reñidísima batalla, la batalla del Turia, murieron 6.000 hombres de Pompeyo.
Las luchas entre Sertorio y Pompeyo, continuaron hasta el año 72 a. de C. en que, el primero, fue asesinado por su general Perpena.
Con esta muerte finalizó una gesta en la que muchos hispanos habían depositado su esperanza de mayor libertad y de integración en la sociedad romana.
Los estudios arqueológicos realizados en la zona de Valencia que coincide con la Edetania, indican que en el Alto Imperio (siglos I a II d. de C.) el término municipal de Benaguasil estuvo poblado por gran cantidad de villas rusticas y quintas, y de población rural, fundamentalmente minifundista, que producía desarrollados cultivos hortícolas muy variados que se justifican por la densa red de acequias y construcciones hidráulicas como el Azud del Turia, la Acequia Mayor o Acequia Madre de Benaguacil y las acequias menores que nacen de ella, que todavía son la base de los cultivos, que ocupan una extensión de no menos de 30 Km2, que pertenecen al término municipal propio y a los de la Puebla de Vallbona y L’Eliana.
En cambio, el Bajo Imperio (siglos IV y siguientes, hasta la invasión visigoda), no registra esta abundancia de yacimientos arqueológicos. No obstante hay que suponer que la naturaleza esencialmente débil de las construcciones rurales junto con las invasiones de francos y alemanes (s. III d. de C.) propiciaron la desaparición de muchas villas rústicas y la demolición de las quintas habitadas por la nobleza.
En Benaguacil se han encontrado monedas, restos de un canal tallado en la roca, de cerámica, de edificaciones y lápidas romanas que indican la nobleza de las personas en ellas mencionadas y la ubicación precisa de las villas: la zona urbana actual, las partidas del Charril, L’Olivereta, l’Alteró, el Ballestar, el Pla de la Barca, la Caiguda, Montiel, etc. Las inscripciones de las lápidas indican que todas las tierras y las quintas enclavadas en ellas, pertenecían a gentes de la ciudad de Edeta. Los Museos Arqueológico de Valencia, Etnológico de Benaguacil y el Palacio de la Bailía de Valencia muestran las lápidas a las que nos hemos referido.
Los historiadores atribuyen a Benaguacil, como conjunto urbano, un origen hispano-musulmán. Señalan que la “medina” musulmana se asentó sobre o junto a construcciones iberas e hispano-romanas cuyos vestigios, como acabamos de ver, se encuentran por todo el territorio.
La estabilidad del Imperio Omeya, tanto en el siglo IX como en el X, se basó, en parte, en el establecimiento de un sistema defensivo que garantizara la seguridad de las vías de comunicación y avalara la protección de las ricas zonas agrícolas. Del análisis del territorio castral, podemos deducir que la “Torre de Felx”, que aparece en el “Libre del Repartiment”, junto a la “Torre del Homenaje”, origen del Castillo, abundantemente documentada y lamentablemente desaparecida, y el recinto murado de “El Castellet”, cuyos restos arqueológicos se conservan, en parte, estaban todos ellos conectados visualmente entre si y con las atalayas de Villamarchante, Ribarroja, torre Bofilla en Bétera y Paterna formando una red de vigilancia y defensa que aseguraba una comunicación rápida y una protección eficaz para las personas y sus bienes.
Durante los siglos XI y XII, los reyes de la taifa de Valencia, los emires almorávides y los califas almohades fortificaron las ciudades, fundaron villas y castillos en las múltiples fronteras de nueva creación y en las zonas de paso desde el norte hacia las ricas huertas de las riberas de los ríos y de la planicie costera.
Conocida es la inmensa labor constructora llevada a cabo por los reyes amiríes de Valencia Abd al-Aziz ibn Abi Amir al Muzafar, nieto de Almanzor, junto a sus hijos, Abd al-Maliq ibn Abd al-Aziz ibn Abi Amir y su sucesor, Abu Bakr ibn Abd al-Aziz ibn Abi Amir al-Wazir, durante un largo período de paz y prosperidad (1022-1085). Si los reyes de esta familia hubieran tenido que convivir con los cristianos de la reconquista, como lo hicieron sus descendientes, con toda seguridad hubieran llevado todos el apellido Abenamir, igual que una ilustre familia morisca presente en los documentos históricos de la villa hasta 1609, año de su expulsión.
Hasta el momento, Benaguacil aparece por primera vez documentado en el “Libre del Repartiment” donde se cita hasta ocho veces con grafías ligeramente diferentes. En el registro nº 106 del año 1237 aparece como “castrum et villam”, es decir, el Castillo y la Villa de Benaguacil; la anteriormente citada “Torre de Felx”, en el registro 2206 del mismo año, “villam de Benalgazir et alqueríam de Felx”.
Beuter, en su “Crónica General”, opina que el nombre de Benaguacil se debe a un moro renegado, Muza Beniacin, que fue su primer señor en el siglo IX. Gaspar Escolano en sus “Decadas …” lo atribuye al rey moro de Valencia Abdala Abubecar Adiz Aguzir quien la mandó construir.
Desde el punto de vista filológico, todos los autores (Asín Palacios, P. Guichard, L. Provençal, Ribera Tarragó, Caro Baroja, etc.) coinciden en que el topónimo Benaguacil procede de Banu al –Wazir y que sustentado por el gentilicio Al-Wazir, corresponde a la ocupación real de un lugar por el grupo portador del gentilicio que se convirtió luego en topónimo. Por eso es lógico que Benaguacil no aparezca en los documentos musulmanes consultados.
Basándonos en el conjunto de argumentos arqueológicos, históricos, lingüísticos y antropológicos podemos afirmar que las primeras construcciones, embrión de lo que después sería Benaguacil, se deben al rey amiri de Valencia, al-Wazir, biznieto de Almanzor, en el último cuarto del siglo XI. El Castillo y las defensas urbanas debieron construirse en tiempos del rey Lobo, Muhamed Ibn Sa’d Ibn Mardanis (1147-1172) y que el califa almohade Abu Yusuf Ya’qub al-Mansur, reconstruyó, reforzó, mejoró y adornó las murallas urbanas y el castillo entre 1184 y 1199, dándole el aspecto y fortaleza que ofrecieron ante los ejércitos del Rey D. Jaime I. La villa musulmana que se rindió al Rey de Aragón presentaba unas robustas y elevadas murallas, un Castillo muy fortificado con muros de 3 m. de espesor y cuatro torres de esquina, y una población de alrededor de 2.255 habitantes que rezaba en una Mezquita que no dejó de funcionar como tal, aunque no de manera continuada, hasta la expulsión de los moriscos en 1609 en cuya fecha, la villa se quedó desierta.
En la actualidad, quedan los restos siguientes de su pasado musulmán:
* Numerosos restos de sus Torres y de su Muralla Urbana, que nos presenta muros de 2,50 m. de espesor y 12,69 m. de altura, con zarpa; con un perimetro de 1.162,6337 m. de longitud, que encierra un área de 65.081,4757 m2; 18 Torres intermedias, 5 torreones de esquina y 3 puertas, la principal flanqueada por dos torreones semicirculares.
* Restos bastante bien conservados, de la Torre del ángulo N.E. del Castillo.
* Restos de la totalidad del foso que rodeaba la Muralla Urbana, de unos 12 m. de anchura y alrededor de 3 m. de profundidad.
* Restos casi intactos, excepto las bóvedas, de la Cisterna Musulmana o “Cisterna Vella” de dos naves rectangulares.
* Acequias del “Alguacil” y del “Campés” o “Cequies de d’alt” y de Baix” construidas por los hispano-musulmanes para dar servicio a la villa y llenar la Cisterna y el foso.
* Restos de la necrópolis musulmana, en un área muy extensa extramuros.
* Restos de los muros del recinto fortificado en la colina del “Castellet” a unos 4 Km. del centro urbano y junto al río Turia.
* Restos de una red de “morabitos” que, casi intactos, constituyen parte de la llamada “ruta de la Media Luna”.
* Restos de cerámica de la Mezquita.
* Restos de cerámica califal y de la época taifa.
* El trazado urbano, bastante respetado, típico de las villas hispano-musulmanas.
La política de recuperación, protección y difusión del Patrimonio Histórico Cultural de Benaguacil emprendido en el año 2003 por la Corporación Municipal, ha permitido rescatar un paño de Muralla Urbana de unos 6 m. de longitud, que debidamente restaurado, se museizará como testimonio del pasado hispano-musulmán de esta villa.
Benaguasil según el Llibre del Repartiment (1237-1252) era una villa y un castillo con dos zonas suburbanas: la alquería de Felx con una torre y un molino, actual el Molinet y la alquería de l’Aldaia con molinos y hornos, situada en el desaparecido Molí Vell de la fila de l’Aldaia.
En 1237 el rey Jaume I, antes de entrar en Valencia dió la villa de Benaguasil y la alquería de Felx al noble aragonés, Ferrando Díeç o Díaz. Más tarde en 1239 el Conqueridor dió a su aliado y gobernador el moro Ceit la alquería de l’Aldaia.
En 1261 ya aparece documentalmente Rodrigo Díaz como señor de Benaguasil, éste se casa con Alda Ferrandis hija, nieta del antiguo rey de Valencia Ceit Abu-Sa’id e hija de Ximén Pérez d’Arenós del cual heredó la Vall de Lullén, futuro monasterio de Porta-Coeli. Del matrimonio nacerá Sancha Ferrandis Díaz, siendo menor cuando fallece su padre tiene como tutor al infante En Pere, hijo del rey En Jaume y futuro Pere el Gran.
El 18 de junio de 1301 en un documento redactado en la casa de les Rendes de Benaguasil, Sancha Ferrandis funda el monasterio de Porta-Coeli, después de solventar un problema hereditario sobre el valle propiedad de su abuelo materno y a pesar que ya se había construido la primera cartuja en 1272.
Alrededor de 1282, Na Sancha contrae matrimonio con En Jaume Pérez, hijo del rey Pere el Gran el cual lo nombra I señor de Segorbe y de donde nacerá Constança Pérez, señora de Segorbe y de Benaguasil.
Na Constança al casarse en c. 1299 con Rodrigo de Luna se une a la importante familia de los Luna, sumando los títulos de Segorbe y Benaguasil con Paterna. El hijo de Rodrigo y de Na Constança, Artal de Luna, es el único señor foral de Benaguasil al que la población le ha rendido recuerdo con una calle situada en el centro histórico de la villa.
En la guerra de la Unión, Benaguasil fue una fortaleza reducto de los realistas de la zona, sitiada en varias ocasiones, quedó vencida casi al finalizar la contienda. La villa fue liberada en otoño de 1348 por el señor de Benaguasil En Llop de Luna al mando de las tropas realistas. Éste noble fue premiado por el propio rey Pere el Ceremoniós con el título de comte de Luna.
La última Luna señora de Benaguasil, Na María, hija del conde En Llop de Luna, se casa en 1372 con el infante Martí d’Aragó y Sicília, futuro rey Martí l’Humà, convirtiéndose en reina de la Corona de Aragón.
A partir de este momento hasta 1436 el señorío de Benaguasil y el resto de posesiones del “Antic Patrimoni” en donde se encontraba esta villa pasaron a formar parte de un señorío propio del patrimonio de la Corona, pero nunca fueron de realengo. Durante este periodo los censos y rentas de la población estuvieron en manos de los jurados de la Ciudad de Valencia entre otros, provocado por el endeudamiento militar de los monarcas Martí l’Humà y de su hijo Martí el Jove de Sicília y Luna. Unas plazas donde los prestamistas sacaban mucho rendimiento por la gran productividad de sus gentes.
A raíz de la donación de un canónigo llamado Pere Camuel a los monjes de Lullén, desde el año 1401 hasta 1772 las rentas eclesiásticas y los nombramientos de los vicarios perpetuos o párrocos de Benaguasil se dirigen desde el monasterio de Porta-Coeli. A pesar de ser una población de moros o sarrains con varios cristianos viejos llegados en una primera repoblación. En la calle de Cristians de esta villa hubo una primitiva iglesia dedicada a Sant Francesc d’Asis conviviendo con la mezquita de la plaza Major desde finales del siglo XIV hasta 1549, exceptuando el agitado periodo de 1519 a 1526.
En 1436 el rey Alfons el Magnànim después de sus desavenencias con Frederic Sicília de Luna -En Fadric-, otorga un privilegio a su hermano el infante Enric d’Aragó en el cual lo nombra señor de Benaguasil y del “Antic Patrimoni”. Al hijo de éste, conocido como Enric l’infant Fortuna, el rey Joan II también le ofrece una nueva merced en 1476 nombrándolo I duque de Segorbe y señor de las baronías de Benaguasil, la Pobla y Paterna.
En 1479 el rey Ferran el Catòlic nombra al adinerado Lluís de Santàngel como receptor general del “Antic Patrimoni” para regular entre otros las importantes rentas de los benaguacilenses.
N’Alfons d’Aragó, II duque de Segorbe, se casa en 1516 con Joana Folch de Cardona, heredera universal de la importante casa de Cardona. Entrando esta nueva familia a poseer el señorío de Benaguasil.
En la guerra de las Germanías, Benaguasil como población mudéjar y señorial estuvo en contra de los agermanados con luchas contra los de la Pobla por el perpetuo problema del agua y contra los exaltados cristianos de Valencia y l’Horta que buscaron el bautismo forzoso. La ciudad agermanada de Valencia puso como alcaide del castillo de Benaguasil a Guillem Sorolla en donde posteriormente fue detenido por las tropas realistas en las que destacaron los ballesteros de esta villa.
Poco tiempo después, el decreto del emperador Carlos que obligaba a los moros a bautizarse o a ser expulsados de la península causó una importante revuelta de los moriscos, supuestamente bautizados en las Germanías, que fue dirigida y tuvo su principal escenario en Benaguasil. Tras varias negociaciones y frustradas audiencias realizadas por Abdal·là Abenàmir, alcadí y escribano de Benaguasil, y persona con prestigio entre los moros del Reino de Valencia. El exaltado alfaquí Selim establecido en la mezquita de Benaguasil llamó a la guerra santa.
Empezada la lucha, los moros de Paterna, Bétera, Vilamarxant y Benissanó se refugiaron en las murallas de Benaguasil creando una plaza fuerte en la zona. Los ataques realizados por el caballero Lluís Ferrer con cien jinetes apostados en Lliría no provocaron incertidumbre ni temor entre los sublevados dirigidos por Selim apodado Almansur. Ante la persistencia de la rebelión el Consell de Valencia acordó en enero de 1526 sacar la real senyera en señal de guerra contra Benaguasil. Las milicias de la ciudad marcharon a dar sitio a las murallas de esta villa acudiendo también dos grandes bombardas -cañones- de Xàtiva llamadas el “Bou” y el “Porc” acompañadas con más de mil hombres. Pero viendo la continua resistencia y que los moros salían y entraban a sus anchas por unos supuestos túneles, decidieron concentrar más fuerzas en la zona. En febrero, la real senyera iba en dirección a Benaguasil custodiada por el Centenar de la Ploma -ballesteros de élite- sabiendo que se enfrentaban con los afamados ballesteros del duque de Segorbe. Pero la partida que les seguía de cuatro mil infantes capitaneados por el gobernador Jeroni Cabanyelles y dos jurados de Valencia iban a desequilibrar la balanza. Las fuerzas de Benaguasil llegaron a resistir un mes al asedio pero los duros combates y los muchos muertos hicieron que el caudillo Selim Almansur y los más resistentes y guerreros huyeran siguiendo la lucha en la abrupta Serra d’Espadà durante un tiempo. La villa de Benaguasil llena de heridos, de angustiados niños y mujeres y de ancianos como Abdal·là Abenàmir, se rindió ante las autoridades y fueron bautizados.
En 1528 se redactaría una concordia con los moriscos del Reino, pero la situación para los moriscos valencianos ya no sería la misma que antes de las Germanías. La familia Abenàmir de notable prestigio entre la comunidad musulmana y señores feudales durante varios siglos sería constantemente atacada por la Inquisición. En Cosme Abenàmir se vería envuelto en varios juicios de fe por su importante patrimonio y situación social.
Tras la triste expulsión de los moriscos en 1609 y de unos fallidos intentos de repoblación por parte del señor duque de Segorbe. La desolada villa tuvo por fin su carta-puebla en 1613 realizada por Enric Ramon Folch de Cardona y d’Aragó, antes Fernández de Córdoba, y formada por una mayoría de personas venidas de l’Horta valenciana, otras de poblaciones vecinas como Llíria y del resto de la Corona de Aragón. Pobladores, que serían los ascendentes directos de la gran parte de los actuales benaguasilers.
Según la tradición local, un pastor aragonés se encontró el 4 de diciembre de 1620 una pequeña virgen de alabastro blanco en una cueva del principal monte de la población. Entre 1644 y 1651 el Consell de la villa construyó la primera ermita de Benaguasil dedicada a Nostra Senyora de Montiel, posiblemente, a raíz de una intervención divina favorable a la población intercedida por esta sagrada imagen.
También entre 1644 y 1680 se realizaron las escrituras de transacción y concordia sobre las aguas entre las villas de la Pobla de Vallbona y Benaguasil. Intentando solucionar el eterno problema del agua que se viene produciendo desde el asentamiento de la Pobla en las huertas regadas por la antigua acequia Major.
En 1669, la ciudad de Valencia reclamaba ante el rey Felipe IV la jurisdicción de los castillos, villas y baronías de Benaguasil, la Pobla y Paterna al señor duque de Segorbe. La ciudad, celosa de estas villas, exponía en un grueso libro que los reyes se endeudaron tanto en sus campañas que llegaron a vender estas posesiones. Pleito que ganó el señor foral de Benaguasil en dos sentencias favorables.
Joaquim Folch de Cardona d’Aragó y Fernández de Córdoba, VII duque de Segorbe, muere en 1670 sin descendencia sucediéndole su prima Catalina Antonia Fernández de Córdoba, la cual estaba casada con el duque de Medinaceli, Juan Francisco de la Cerda. Momento en que el señorío de Benaguasil y el resto del “Antic Patrimoni” pasa a formar parte de la casa de Medinaceli, con las consiguientes protestas y alegaciones de los segorbinos.
En el último tercio del siglo XVII los habitantes del Benaguasil postmorisco ya estarían bien asentados, experimentando un gran aumento demográfico y comenzaría un esplendor económico y social que duraría todo el siglo XVIII y parte del XIX.
La crianza de gusanos de la seda con los abundantes campos de moreras, el importante cultivo de viña, minas de yeso, fábrica de ladrillos y hornos de cal, un río transitable, taberna, almazara, molinos y la mejor huerta sin olvidar la vereda real de les Alcubles, hicieron venir a sastres de Malta, jóvenes casaderos de Occitania y la formación de una burguesía rural que daría algún hijo ilustre. Cuando sucedía alguna calamidad o una peste siempre estaban la virgen de Montiel o Sant Roc.
Llegado el 1703 había la necesidad e inquietud de construir un nuevo templo y derribar la mezquita consagrada en 1549 a Nuestra Señora de la Asunción. Un sillar de la fachada que decoraba la antigua mezquita era la lápida honorífica del ilustre edetano Marco Cornelio Nigrino y en el derribo del edificio se puso este pedestal en la obra exterior del pozo de la plaza Major. Pero las obras de la nueva iglesia tuvieron que detenerse en 1705 por el estallido de la guerra, concluyendo el magnífico templo en 1737.
Con la llegada de la guerra de Sucesión, el Consell municipal organizó en agosto de 1705 cuatro escuadras de treinta hombres bajo la dirección de la justicia y de los dos jurados principales de la villa. Sabiendo que pernoctaban tropas filipistas del Duque de Arcos en Torrent, salieron milicias de Benaguasil, Vilamarxant y Llíria haciéndoles una emboscada en un camino donde cayeron 24 soldados borbónicos y algunos de los voluntarios austriacistas de estas poblaciones. El duque de Arcos se dirigió hacia Vilamarxant acampando cerca del cauce del río, posiblemente, en el actual Pont de Ferro. Cuando de repente empezaron a atacarle desde los altos de las orillas valientes maulets de Benaguasil y Llíria, ayudándoles el mal tiempo y la crecida del río a escapar después. La importante crecida del río que se originó salvó del ataque a Benaguasil y el ejército de Felipe no pudo vadear el Túria siguiendo su marcha hacía Buñol. Más tarde el 25 de abril de 1707 con la derrota de Almansa le sucedieron los numerosos manuscritos a las villas para su rendición. Pero como excepción, un grupo de milicianos de Benaguasil continuaron la lucha pereciendo en la defensa de Barcelona de 1714.
A raíz de una epidemia ocurrida en 1794, el clérigo benaguacilense y poeta, Juan Bautista Antequera estimuló en la población la necesidad de construir una nueva iglesia en el santuario de la virgen de Montiel, comenzando el mismo su financiación. En junio de 1795 se derribaba la vieja ermita y en agosto de 1800 se inauguraba la ermita que hoy conocemos después de la decidida gestión del Consistorio Municipal y la colaboración de todo el pueblo.
En la guerra de Independencia, un contingente de Benaguasil participó en la batalla de la Cabrillas -1808- contra el mariscal Moncey saliendo mal parados como la gran mayoría de las tropas valencianas, donde falleció el alcalde Evaristo Arrué.
En 1810 el general Suchet en su retirada después del fracasado sitio de la ciudad de Valencia mandó al coronel Henriot que intentara controlar a las guerrillas hostiles de la actual Camp de Túria. En los meses de octubre y noviembre de 1811 el término de Benaguasil fue escenario de importantes combates entre las principales tropas francesas de Suchet, Harispe y Chlopiski contra las tropas españolas de O’Donnell, Mahy y guerrillas locales. Desde noviembre de 1811 hasta la retirada de julio de 1813, Benaguasil y el distrito de Llíria estuvo controlada por los franceses. Durante este periodo el antiguo Portal de les Eres y actual calle de Garrido Pastor tuvo el nombre de Portal de Suchet.
En 1811 las nuevas leyes liberales abolían los señoríos, pero el duque de Medinaceli con buenos gestores y pleitos con la Administración consigue sacar rentas del Ayuntamiento de Benaguasil durante gran parte del siglo XIX. Lo mismo pasó con los beneficios eclesiásticos, Jaume Antequera beneficiado del Santísimo Cristo de la parroquia, aun cobraba su asignación en 1867.
En las guerras carlistas (1833-1839 y 1873-1876), la zona de Benaguasil a pesar que estuvo bajo el dominio de los liberales era uno de los pueblos valencianos con mayor militancia tradicionalista. Muchos jóvenes se unieron en los alzamientos a cabecillas regionales o a las tropas carlistas recorriendo media España. El pueblo de Benaguasil fue atacado en varias ocasiones por los más famosos bandoleros y militares carlistas: cogiendo provisiones, requisando caballos y apaleando liberales. Pero hubo un personaje de Benaguasil, el P. Ambrosio Roda, que vivió las tres guerras acompañando a los ejércitos, escondido, animando a las tropas con sus sermones y exiliado en Bayona, al que el propio pretendiente Carlos VII le nombró predicador real y condecoró con la orden de Isabel la Católica. Este fraile capuchino exclaustrado, durante su agitada vida instaló por primera vez -en 1851- unas religiosas en la ermita de Montiel ayudando al mismo tiempo en la antigua beneficencia de la población. Más tarde, en 1885, estas religiosas se convertirían en las actuales terciarias capuchinas fundadas por el Padre Luis Amigó.
Según una tradición local, el documento del Pronunciamiento de Sagunto de finales de 1874 que instauró la monarquía de Alfonso XII se redactó en la casa de descanso de D. Cirilo Amorós de Benaguasil, conocida como l’Hort d’Amorós.
Con la paz de 1876 muchos cambios comenzarían a producirse en Benaguasil, de los que podríamos destacar:
* La formación de dos bandas de música rivales: la Banda Primitiva o “la Vella” de tradición carlista y la Banda Nueva del Partido Liberal, que se unirían en septiembre de 1905 creando la Banda Municipal de Benaguasil -después Unió Musical- que conseguiría grandes premios.
* En agosto de 1887 se inauguraban las dos estaciones de la Sociedad Valenciana de Tramvías, hoy Metro Valencia, y en octubre de 1890 se construía el desaparecido tramo Vilamarxant-Llíria de la Sociedad de Ferrocarriles de Valencia y Aragón -después RENFE- con un apeadero en el Molinet y l’Estació de Dalt, hoy sede cultural.
* Este avance en las comunicaciones propició que Benaguasil se especializara en la exportación de cebolla a Inglaterra y Alemania. Creándose muchas empresas confeccionadoras con marca propia, algunas exportadoras locales y agentes comerciales de la población trabajando para famosos exportadores de Valencia. Un desarrollo comercial, el cultivo de la cebolla, que sería el principal pilar en la economía de Benaguasil hasta mediados del siglo XX.
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